viernes, 24 de febrero de 2012

Mal agüero



Este año me gradúo. Llega el fin de una etapa y el principio de otra. Adiós a la vida estudiantil, adiós al grupo de clases, esta vez “la escuela” terminó para siempre. Finalmente somos grandes (oh, viejo –y ahora recurrente– deseo de la niñez). Pronto estaremos trabajando, algo que ya ha hecho la mayoría de nosotros, solo que esta vez será en serio, será “de verdad”.
Hace unos meses nos parece inevitable pensar que de lo único que vale la pena hablar es la tesis y la ubicación laboral. Todos particularmente curiosos y ansiosos a propósito del segundo de estos temas, llegamos a la primera reuniónpara tratarlocon la persona dispuesta con esa función.
Qué tristeza, qué fealdad, qué cubo de agua fría: no hubo un comentario de aliento, una cita memorable, unrecuento bonito, un estímulo, una felicitación, una incitación, no hubo una frase de acercamiento, de comprensión, de disposición, no hubo un solo voto de confianza… No. Lo que merecen cuatro grupos de jóvenes cubanos casi graduados de la Universidad de La Habana son regaños -caso raro- apriorísticos, anticipados.
Después de casi media hora, al salir, lo único que supimos de la ubicación es que a ninguno de nosotros se le puede ocurrir estar in-ven-tan-do, ni traslados, ni cambios de dirección, ni propuestas, ni iniciativas en los medios en que nos ubiquen. Lo único que sabemos de la ubicación es que no se nos puede ocurrir solicitar trabajar en una redacción en específico por tener experiencia en la materia, porque nosotros no somos periodistas, somos ¡pichones de periodistas!, no sabemos nada, no somos ningún ombligo del mundo, no somos el centro de nada… (Y nosotros que pensábamos que éramos, nada menos, el centro del futuro de este país, la famosa cantera… ¿Somos nosotros los equivocados, o es esta señora que habla la que no está enterada? ¿Cómo es posible que no esté enterada?)
Lo único que supimos de la ubicación es que todos sabemos que la capital de todos los cubanos es muy linda, muy bonita y todo eso, pero el que es de Matanzas, ¡se va pa´Matanzas!; y el de Pinar del Río, ¡se va pá Pinar del Río!(Si La Habana fuera un continente, el mensaje me habría recordado la política antiinmigrante tan criticada por nuestros medios; pero no, La Habana es una provincia, ¡además esto es Cuba!, de modo que espanto la analogía como a una mosca).
Supimos también que cuando seamos ubicados, es a trabajar, y no a estar faltando, ni inventando trabajo en la casa ni nada por el estilo, vamos a un lugar que ya tiene su dinámica y no somos nadie para alterarla. (Sacrílega la dialéctica).
La mítica depositaria de la facultad de decidir nuestros destinos dicta su horrible cartilla, no habla con dulzura, ni en tono ni en contenido. Habla con un látigo en la mano, yo no lo veo, pero lo siento, nos pica cerca con cada palabra. No parece grave, pero lo es. ¿Cómo va a decidir sobre nosotros alguien que desconfía así, que sin conocernos nos atribuye actitudes irresponsables, indolentes; que parte del supuesto de que estamos solo buscando la manera de hacer trampa, de enmarañar, de escalar, de buscar provecho a partir de alguna condición, de engañar, de desoír orientaciones, de desconsiderar, de burlar… alguien que nos trata como a un grupo de chiquillos prepotentes y equivocados, irrespetuosos, vagos, inmaduros, pedantes, incapaces? …Alguien que nos aborda en la cuerda del ni se vayan a pensar, ni crean, ni se les ocurra…¿Quiénes nos hemos creído que somos? No sé…¿Quiénes cree ella que nos creemos que somos? ¿Por qué? ¿Partiendo de qué experiencia? ¿Quiénes son los graduados que ha conocido hasta ahora? ¿Los ha conocido? No es posible que seamos tan malos. Me niego a aceptarlo. Esa es la cuestión:lo que pasó en esa reunión es inadmisible, y triste.
¿De dónde ha salido esta mujer que se dirige a nosotros casi con asco de lo que cree sabernos capaces de hacer?  “¿Cuál es su formación?” –preguntoa mis compañeros y no saben contestarme– búsqueda pendiente, por una cuestión de orden, para saber dónde se forma alguien así.
Me fui esperando unas palabras de despedida como aquellas de recibimiento, hace ya cinco años: “sean bienvenidos a la facultad de la profesión más linda del mundo”, o la mejor, ya no recuerdo bien, pero que fue tan estimulante, tan alentador, tan despertador de cosas interiores, de animales creativos, de ganas de hacer, decir y cambiar… para bien, por supuesto.Extrañé aquella confianza, aquella identificación, aquel mensaje de estamos por lo mismo, cuenten con nosotros,contamos con ustedes... Nos fuimos sin una invitación a asumir los retos tremendos del terreno de la comunicación en este país, la misión de hacer una prensa revolucionaria con minúscula, martiana, comprometida con el pueblo cubano. Nos fuimos sin la advertencia de que nuevas y grandes responsabilidades recaen ahora sobre nosotros y debemos (porque también queremos) estar a su altura. Nos fuimos sin un solo gesto amable de aquella portera de la vida laboral, de esa ama de llaves, tristefuncionaria, triste oradora, triste ubicadora de personas que quieren comunicar (se).
El paso por este umbral no podía de ninguna manera ser así. Y fue.

1 comentario:

  1. Y después son los que más mierda hablan cuando los graduados se las dejan en la uña... Como diría mi abuelo: si eso es trabajo ideológico, mis partes son claveles...

    ResponderEliminar